¡Manda huevos!, ¿eh? Esta expresión tan típica en España denota una pequeña dosis de paciencia, indignación, sorpresa y enfado. A veces está fuera de tono y se considera vulgar, pero siendo un poco más elegantes a la hora de hablar, podría llegar a sustituirse por un «¡hay que ver!» o un «¿será posible?». En cualquier caso, si vamos al trasfondo y al origen de este famoso dicho, tenemos que remontarnos a la monarquía de los Austrias a finales del siglo XVII. ¿Quieres conocer el por qué? Pues atento, en Translation-Traducción te lo contamos.
Carlos II, «El Hechizado», era conocido en todo el reino por sus rarezas y peculiaridades. Entre ellas, se encontraba su afición gastronómica por los huevos. En la corte, algunas lenguas decían que el Rey ingería un mínimo de tres huevos diarios, de modo que estaba hecho todo un experto e incluso era capaz de distinguir la procedencia de cada uno de ellos a partir del aspecto y el sabor.
En una época de crisis, que llegó tras varias guerras y malas gestiones administrativas, el Estado se vio obligado a realizar un importante reajuste de cuentas para sanear la economía; pero, ¿cómo llevarlo a cabo? Carlos II decidió encomendar una misión a Fernando Joaquín Fajardo, marqués de Vélez, la cual consistía en recorrer la península para localizar los despilfarros y analizar cómo elevar los impuestos.
Para que el monarca y el marqués se comunicasen, se enviaban cartas con relativa frecuencia. En dichos escritos, y por no perder su buena costumbre gastronómica, Carlos II casi siempre terminaba añadiendo una postdata que decía: «Donde quiera que te halles, Fernando, manda huevos». La frase fue adquiriendo el significado que tiene en la actualidad porque el propio marqués leía la carta en voz alta para el resto del equipo que le acompañaba en la misión. A medida que iba terminando, se enfadaba más y más puesto que el Rey se centraba tan solo en contarle las anécdotas que ocurrían en la corte en lugar de preocuparse por lo verdaderamente importante, que eran los asuntos económicos del Estado y los temas que habían tratado antes de salir de Madrid. De modo que, ante la indignación por la pasividad del Rey, Fernando repetía gritando «¡manda huevos, manda huevos!» para dejar en evidencia las verdaderas preocupaciones del monarca.
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