Quizá los lectores más jóvenes de Translation-Traducción no conocieron a Chiquito de la Calzada, un cómico español que triunfó en los años 90 y que hasta protagonizó sus propias películas. Este personaje no solo se hizo famoso por sus chistes y monólogos, sino que también alcanzó la fama gracias a la introducción de determinadas palabras en el lenguaje coloquial con un gran calado entre la sociedad de la época. Candemor, ¿te da cuen?, ¡jarl! o fistro son solo algunos de los ejemplos más conocidos.
Normalmente, acortaba palabras de su día a día y las pronunciaba con un tono gracioso o bien recurría a otras que escuchaba, aunque no supiera bien lo que quisieran decir. En este punto es importante destacar que Chiquito de la Calzada solía veranear en la costa de Andalucía, concretamente en Barbate, que era (y es) uno de los epicentros vacacionales para los turistas de toda Europa. De modo que, queriendo o no, terminaba por juntarse con ingleses, franceses, italianos, alemanes, noruegos, portugueses… creando en su cabeza un batiburrillo de idiomas y de palabras desconocidas.
En los monólogos de Chiquito, también era común que incluyese estas palabras en otros idiomas, o las que él creía entender. Por ejemplo, «candemor», parece provenir del inglés I can’t any more (cuya traducción quiere decir «No puedo más») y así podríamos seguir con una retahíla de vocablos. Pero en cuanto a la palabra fistro, que tantos quebraderos de cabeza ha dado a la hora averiguar su origen, parece que éste se encuentra en la voz sueca fÿstrohm, un término muy coloquial que podría traducirse por algo así como: amigo, colega, tío… En la cabeza de Chiquito sonaba algo parecido a «fistro» y, gracias a su presencia en diversos medios, acabó acuñando el término.
Fistro no tiene una definición clara, pero su uso es un vocativo con connotaciones neutras o negativas. A veces se utiliza como sustituto de «señor», «culo» o «mala persona». Se suele acompañar del término «pecador» (fistro pecador) y hace tiempo hubo un debate en la RAE para incluirlo entre sus acepciones dado su amplio uso, aunque no pasó el último filtro y se quedó fuera.
Por tanto, el misterio del origen de esta palabra parece remontarse a unas vacaciones locas en las que el protagonista escuchó un término y decidió popularizarlo pronunciándolo como le sonaba y sin siquiera conocer su significado. La etimología y el uso del lenguaje son muy curiosos y con este ejemplo queda más que evidente.
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Crédito de la imagen: tonofrikis.com
¡Muy bueno! Jarlllll