¿Alguna vez te has planteado por qué se traducen el nombre de ciertas ciudades, pero de otras no? Por ejemplo, ¿por qué llamamos «London» a Londres, pero mantenemos Budapest para la capital húngara? O incluso, ¿por qué adaptamos el nombre de otras ciudades, como por ejemplo París, al tildarlo respecto al francés, o Marsella, al optar por una adaptación fonética de Marseille? Quizá la principal pregunta sea, ¿por qué unas sí y otras no?
¿Qué son los endónimos y los exónimos?
Para poder entenderlo mejor, primero habría que hablar de dos términos: endónimo y exónimo. Endónimo es el término que utilizan los hablantes de un lugar para referirse a éste en su lengua autóctona, por ejemplo Deutschland o Bordeaux. Mientras que el endónimo es el que usa una comunidad de hablantes que esté fuera de su ámbito de influencia. Siguiendo con los mismos casos, sería Alemania o Burdeos. Esta teoría se aplica del mismo modo cuando el topónimo es español. Por ejemplo, las ciudades de Barcelona o Sevilla serían endónimos. Mientras que Barcelone sería el exónimo en francés y Seville en inglés.
¿Qué criterios se tienen en cuenta para traducir el nombre de las ciudades como London?
Tras tener esto claro, ¿qué criterio se utiliza para traducir el nombre de algunas ciudades sí y otras no? No hay una norma totalmente clara, pero es evidente que el uso hace la norma. Los nombres de ciudades que nos han llegado en castellano realmente vienen de generaciones anteriores. Si London se hubiera fundado en 2023, posiblemente hubiera mantenido su endónimo en castellano y nunca se hubiese llamado Londres. Pero sí lo hizo y se creó una traducción posiblemente se debiera a la influencia e importancia de esa ciudad durante varios siglos en los que el conocimiento de lenguas extranjeras era mínimo en la sociedad. Es decir, que las cuestiones económicas, históricas, sociológicas y geográficas desempeñan un papel importante en esta decisión.
Londres ha sido tradicionalmente más importante que Budapest para España. Pero seguramente no fuera así para territorios vecinos de esta segunda, como por ejemplo Rumania o la región serbia. Desde España ha habido más transacciones económicas, acuerdos políticos, enfrentamientos bélicos, tráficos de personas… en la capital inglesa que la de Hungría. De ahí que se acabase buscando un término más fácil de pronunciar y/o de escribir, porque era una ciudad a la que se hacia referencia con bastante frecuencia. De haber sido necesario, Budapest podría haber tenido otro nombre en castellano.
¿Pero qué se hace en otros idiomas con London?
En la mayoría de casos primaría esta norma. En francés y portugués también se dice Londres. En italiano hay una pequeña variación, Londra. O en alemán se mantiene el nombre inglés, London. En el caso de la capital húngara, que en idioma magyar es Budapest, en francés, alemán, español o italiano se mantiene el término; pero curiosamente en croata se llama Budimpešta y en rumano se añade una -a al final: Budapesta.
¿Y qué sucede con las adaptaciones de nombres?
Entre idiomas «hermanos», como sucede con el francés y el español, que ambos proceden del latín, se ha optado por adaptaciones fonéticas o naturalizaciones. Por ese motivo, a ciudades como París solo se le ha añadido la tilde. O a otras como Bordeaux o Marseille se les ha buscado una adaptación que fuera más fácil de escribir y pronunciar: Burdeos y Marsella. Sin olvidar que esto se debe también a la relación que pudiera existir con estas ciudades, que al ser próximas a España y optar por un término nuevo, es evidente que fue importante.
Por tanto, la traducción de los nombres de ciudades es algo que ha venido marcado históricamente por cuestiones geográficas, sociales o económicas. La influencia de diversos factores como acuerdos comerciales, guerras entre territorios, proximidad territorial… han influido en la decisión de mantener, traducir o incluso adaptar el nombre de unas ciudades sí y otras no. Y cabe recordad que el uso hace la norma.
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